Subirse al tren.
«Subirse al tren»… esto también hay que contarlo. Porque hay una parte de denuncia que no me puedo callar. Viajar en Angola no siempre está al alcance de todos. Ni es una experiencia placentera. Lo que he vivido hoy no se me va del pensamiento. Y me pesa en el corazón. Personas que son tratadas como animales de carga. Violencia verbal y física. Menores (bebes) que pasan de mano en mano llorando, personas que entran en el tren por la ventana, otros que solo encuentran lugar para viajar en el cuarto de baño (a pesar de haber comprado billete), y a mi por ser «blanca de piel» todos son honores. ¡Y eso que vivo en un país de negros! Por favor, basta de racismo y denigracion del ser humano. ¿Alguien puede aportar un poco de humanidad en el tren que va de Luena a Bie? … deseo despertar mañana y pensar que esto ha sido solo una pesadilla. Que el ser humano no es capaz de tal atrocidad, que no hemos quebrado del todo la bondad con la que Dios nos creó…
Esto no lo he escrito yo. Lo ha escrito una antigua alumna muy querida que tuvo la valentía de irse de misionera a Angola. No de misión humanitaria, no a pasar unas vacaciones, no a ayudar en lo que pueda. Lo hizo como parte de su compromiso con la vida, en coherencia con su vocación y en nombre de una humanidad que no queremos ver. Para dar voz a los que gritan mientras nosotros preferimos escuchar su silencio.